Hace unos meses aparecía en Catalunya pro vida un artículo titulado: “nos queda Intereconomía”. Con la irrupción en escena de “La Gaceta”, Intereconomía, logra un posicionamiento muy interesante en el panorama mediático y podrá seguir dando batalla en ese sombrío y decrépito panorama informativo, político y social.
Porque en una batalla estamos, y dura, y por si lo dudan, observen los generosísimos artículos que casi toda la prensa dedica a Dan Brown, a Saramago y a Almenávar, tres enemigos acérrimos de todo lo que huela a católico.
Los defensores de la vida y la familia tenemos en Intereconomía una referencia casi imprescindible. Ese grupo de comunicación, tal vez para algunos demasiado pepero, está demostrando una gran capacidad para indagar en los bajos fondos de las mafias abortistas y de la partitocracia. No son los únicos que trabajan en esa dirección ni es la suya la única línea posible. Gracias a Dios, la variedad es posible y necesaria, y si bien es importante sumar esfuerzos también es importante que nadie se empeñe en que vayamos siempre cogiditos de la mano.
Como dijo aquel avezado estratega jordano, todos vamos al mismo lugar, pero por caminos diferentes. Le estaban proponiendo que deshiciera su ejército para integrarlo en otro que sería la suma de todos y tendría mando único, pero él intuyó que, con frecuencia, al querer sumar, se pierden ciertas marcas de la casa, de vital importancia para que se entiendan los integrantes del grupo.
Hay pues numerosos estilos y estrategias, casi todos ellos muy válidos. Y esperemos que surjan más, para que cada cual pueda elegir el suyo. A mí me gustan todos los estilos, siempre que tengan claros los valores fundamentales y que jueguen limpio. No se pueden abolir las leyes para derrotar al demonio, pues si en el último momento se volviera contra nosotros, no encontraríamos ninguna ley capaz de apararnos y protegernos. Me gusta la brega implacable, pero limpia. Astuta, pero no mentirosa. Y como digo, me hacer lo posible para que todos sumen. Me encanta, por ejemplo, leer al sesudo Miró i Ardévol cuando nos pone en guardia frente a la que él llama sociedad de la desvinculación y cuando lucha por movilizar a la adormecida sociedad catalana. Me gusta el estilo panfletario y de denuncia de las campañas de de Hazte oír. Me gusta el luchador Jesús Poveda, que se presta a recibir todo tipo de palizas ante las clínicas abortistas al tiempo que hace apostolado con el jefe de la comisaría en que está detenido. Me gusta el valiente Aquilino Polaino, capaz de explicarles con peros y señales las patologías de la homosexualidad a los ilustres senadores y me gusta el discurso tomista, perfecto y elegante de Benigno Blanco. Pero no puedo menos que alegrarme al captar esa chispa con que nos obsequia Juan Manuel de Prada o al oír por la radio las confidencias de las tardes de Cristina.
En fin, si tengo que poner a uno en la cumbre coloco sin duda a Benedicto XVI, que recuerda a un tiempo a Tomás de Aquino y Agustín de Hipona, y que aúna en su pensamiento el rigor doctrinal de Trento y la apertura al mundo de Vaticano II y es capaz de encandilar a lefebrianos y anglicanos.
En fin, me gustan muchos, me gustan todos los que luchan y lo hacen con la cabeza y con el corazón, me gustan casi todos estos santos personajes que pelean contra el lado oscuro. No me sobra casi ninguno. Pero hoy, por la valentía de ser capaces de lanzarse a la aventura de sacar un periódico en toda la regla, deseaba rendir especial homenaje a los artífices de Intereconomía, que en alusión a su logotipo, nos permitirán tomar la realidad por los cuernos. Santi Ferreres / Carlos Palos